La fibra no solo sirve para regular el tracto intestinal, sino que sus beneficios son mucho más amplios. La fibra no es digerida por el organismo, pero es fundamental para su funcionamiento, encontrándose fundamentalmente en vegetales y cereales integrales, por lo tanto pertenece a los hidratos de carbono, pero no aporta calorías. La ingesta recomendable en una dieta saludable es de 25-30 g de fibra al día.
Pueden ser de dos tipos: solubles e insolubles:
- SOLUBLES: atrapan el agua y la fibra se vuelve viscosa, cuyas acciones son responsables del metabolismo lipídico, hidrocarbonato y con potencial anticarcinógeno. Su textura es gelatinosa, protege las mucosas del intestino, normaliza el ritmo intestinal y ayuda a reducir el colesterol.
- Gomas: cebada y legumbres.
- Mucílagos: varios.
- Pectinas: frutas y zanahorias.
- Polisacáridos: algas.
- INSOLUBLES: no se disuelve en agua, aunque tiene la capacidad de absorberla, aumentando así su tamaño y de esta manera estimula los movimientos peristálticos del intestino, favoreciendo la expulsión y número de deposiciones. La fibra soluble es de textura seca, sacia el apetito, tiene efecto laxante, captura sales biliares y reduce el colesterol.
- Celulosa: trigo integral.
- Hemicelulosa: granos integrales
- Lignina: trigo integral, peras, vegetales maduros.
FUNCIONES DE LA FIBRA:
-Absorción de agua, hasta 5 veces su peso.
-Aumento en número y volumen de las deposiciones, evitando el estreñimiento.
-Disminuye la cantidad de glucosa y ácidos grasos en sangre, siendo importante para las personas diabéticas.
-Favorece a eliminar sustancias cancerígenas.
-Aumenta la sensación de saciedad y por lo tanto, reduce la cantidad de ingestión de alimentos, como apoyo en las dietas de adelgazamiento.
-Reduce el colesterol, previniendo enfermedades cardiovasculares.
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